SALTANDO AL VACIO: DEL PARACAIDAS AL IRONMAN

Cómo Manejar los Nervios Antes del Día de la Competición

Víctor Arroyo

9/30/20244 min leer

¿Alguna vez has sentido que los nervios te están comiendo vivo justo antes de un gran evento? Ese momento antes de la salida de una competición, cuando la ansiedad se convierte en una presencia tan real que casi puedes tocarla. Como triatleta de élite y entrenador, he experimentado esa corriente de emociones en numerosas ocasiones. La ansiedad antes de una carrera es algo que todos afrontamos, pero manejarla adecuadamente puede marcar la diferencia entre un día exitoso y un día que se siente como un fracaso.

Recuerdo una ocasión que me marcó profundamente, y no fue precisamente en un triatlón, fue en uno de mis primeros saltos en paracaídas. Estaba ahí, de pie en la puerta del avión, con el viento cortante golpeando mi cara, mirando hacia el vacío bajo mis pies. En ese momento, los nervios eran casi insoportables, sabía que estaba preparado, había practicado, había memorizado cada paso y conocía los procedimientos a la perfección, pero aun así, una ola de pensamientos y dudas invadió mi mente: "¿Y si algo sale mal? ¿Estoy listo para esto?" Esa sensación, de estar a punto de saltar hacia lo desconocido, es muy similar a lo que se siente antes de un Ironman.

Los minutos previos a la competición son como esa espera antes del salto. Has entrenado durante meses, has cuidado cada detalle, pero justo cuando estás a punto de lanzarte, la mente no te deja en paz. La noche antes de uno de mis primeros Ironman, los nervios me consumían de la misma manera, me encontraba en la cama, dando vueltas y repasando una y otra vez mi plan de carrera. ¿Estaba realmente preparado? ¿Podría enfrentarme al cansancio extremo? Sabía que todo mi entrenamiento había sido meticuloso, pero la incertidumbre de que algo pudiera salir mal estaba siempre presente.

Lo que aprendí en mi primer salto en paracaídas fue que los nervios no son un enemigo, sino un aliado si sabes gestionarlos. Al igual que en una competición, no se trata de eliminar la ansiedad, sino de usar esa energía a tu favor. Recuerdo claramente cómo en ese instante de duda máxima, volví a centrarme en lo que podía controlar, mi postura, la secuencia exacta de movimientos para abrir el paracaídas, mi respiración. Al igual que en un Ironman, sabía que mantener el control sobre los detalles me permitiría ejecutar el salto de manera segura, transformando la duda y la preocupación en concentración plena.

Del mismo modo, en una competición de triatlón de larga distancia, todo depende de la planificación y la gestión precisa de la energía. Cada segmento—natación, bicicleta y carrera—es un salto al vacío. Sabes que no puedes gastar toda tu energía en los primeros metros, sino que debes distribuirla sabiamente. Durante las semanas previas al evento, practicas no solo la resistencia física, sino también cómo gestionar la fatiga, cómo alimentarte en el momento adecuado y cómo mantener la calma bajo presión. Exactamente como cuando saltas de un avión, no importa lo rápido que caigas, lo que importa es ejecutar cada paso de la manera correcta.

El día de la carrera, al igual que el día del salto, los nervios seguían presentes, pero ya no eran una carga, sino una fuente de energía. Recuerdo estar en la línea de salida, sintiendo la misma emoción que cuando me asomaba al vacío desde la puerta del avión. Pero esta vez, como en aquella primera vez en el aire, había convertido la ansiedad en una herramienta. Cada respiración profunda antes de sumergirme en el agua fue como cada preparación previa a saltar. Sabía que estaba listo, que había practicado todos los detalles, y que todo lo que quedaba por hacer era ejecutar.

Al igual que en el salto, donde después de abrir el paracaídas todo se ralentiza y puedes disfrutar del vuelo, en el Ironman llega un punto en la carrera en el que todo encaja. Los movimientos se vuelven automáticos, el cuerpo responde como has entrenado y la mente se libera de las dudas. Empiezas a concentrarte solo en el momento presente, en el siguiente paso, en mantener el ritmo y en controlar lo que puedes. Es ahí donde te das cuenta de que, al igual que en un salto exitoso, toda la preparación, tanto física como mental, se une para llevarte al objetivo final.

Cruzar la meta en un Ironman es como aterrizar suavemente después de un salto en paracaídas. Todo el esfuerzo, toda la planificación, las simulaciones y el control de los nervios culminan en un momento de victoria personal. Y así como al tocar tierra después del salto sabes que te has enfrentado al miedo y lo has superado, al cruzar la línea de llegada en un triatlón sabes que has transformado esa ansiedad en algo positivo, en una fuente de poder que te ha impulsado hacia adelante.

La verdadera lección que me han enseñado tanto el triatlón como el paracaidismo es que la preparación no es solo física, es también mental. La ansiedad no desaparece, pero con las herramientas adecuadas, con un plan sólido y con la confianza en tu entrenamiento, puedes usarla a tu favor. La clave está en aprender a vivir con los nervios, aceptarlos y convertirlos en una parte esencial del proceso. Al final, tanto en el aire como en una carrera, el control sobre tu mente es lo que te permite disfrutar del viaje y cruzar la línea de meta con la satisfacción de haber dado lo mejor de ti mismo.