IBEROSTAR Y IRONMAN COZUMEL

Refugio y batalla

Víctor Arroyo

11/30/20243 min leer

Desde hace más de siete años, Iberostar Cozumel ha sido mi refugio, mi rincón de paz en medio del paraíso. No es un hotel cualquiera, es un lugar especial, un hogar lejos de casa. Me encanta porque no es uno de esos mega complejos llenos de edificios altos y fríos. Aquí, todo está en perfecta armonía con la naturaleza, habitaciones acogedoras en planta baja o primer piso, rodeadas de jardines tropicales y senderos de piedra que te llevan directo a la playa.

Siempre he dicho que lo que realmente hace mágico a Iberostar es su gente. Desde el momento en que llegamos, nos reciben con una calidez tan auténtica que parece que estamos visitando a viejos amigos. Esta vez, viajé con mi mujer, nuestro hijo de dos años y medio y nuestra bebé de ocho meses. Fue un viaje distinto, lleno de emociones porque, además de disfrutar del resort en familia, estaba ahí para enfrentar mi noveno Ironman de Cozumel.

Algo que siempre destaco de Iberostar Cozumel es la variedad y calidad de su comida. Da igual si tienes un perfil deportivo como el mío o si solo quieres disfrutar del viaje, aquí encuentras opciones para todos los gustos y necesidades. Desde platos saludables hasta cenas temáticas que te sorprenden cada noche, comer bien es fácil y delicioso. Para alguien que necesita cuidar lo que consume antes de una carrera, tener tantas opciones frescas y bien preparadas es un alivio. Al mismo tiempo, mi familia pudo disfrutar de comidas completas, sabrosas y variadas sin complicaciones.

Pero no todo era relajación. Mientras mis hijos jugaban en la piscina y mi esposa disfrutaba del ambiente tranquilo, yo tenía una misión en mente. Sabía que el Ironman de Cozumel me esperaba, y aunque ya había participado en esta prueba antes, siempre hay algo de nervios antes de una carrera de este calibre.

El día de la carrera amanecí con las emociones a tope. Todo comenzó bien. El nado en las aguas cristalinas del Caribe es algo que simplemente no se puede describir con palabras. A diferencia de otros circuitos circulares o en vueltas, aquí se trata de una línea recta, con la peculiaridad de que comienzas en un punto y terminas en otro completamente distinto. Nadar aquí es una experiencia que nunca se olvida, sales del agua lleno de energía y motivado para lo que viene.

Después de una primera transición larga, pasamos a la bici. Los primeros kilómetros fueron rápidos y fluidos, pero al finalizar llegó el imprevisto. Justo antes de llegar a la segunda transición, tuve una caída al desmontar de la bicicleta. Me dañé los dedos del pie, las rodillas y terminé con un esguince de tobillo de grado 2. En ese momento, el dolor era tan intenso que pensé en abandonar.

Aquí quiero hacer un paréntesis muy importante. Durante todo este proceso, no hubiera podido salir adelante sin la ayuda de Alejandro Briceño. No hay palabras suficientes para agradecer su apoyo incondicional. Desde el momento en que llegué a la isla, Alejandro estuvo ahí para lo que necesitara, transporte, actividades para mi familia, visitas al hospital después de la carrera… hasta el más mínimo detalle. Su apoyo hizo que, a pesar de todo, este Ironman fuera una experiencia mucho más llevadera, y mi familia y yo estamos muy agradecidos con él.

Ya en la maratón y a pesar del golpe y del dolor, algo dentro de mí me empujó a seguir por todos aquellos que están ahí siempre en la sombra empujando y apoyando mi carrera deportiva. Me dije que no había venido hasta aquí para rendirme y en parte se lo debía a ellos, así que salí a correr con todo el dolor y las dudas sobre si mi cuerpo aguantaría. Cada paso fue una lucha, sentía el tobillo inflamado, las piernas pesadas y el sol caribeño como un martillo sobre mi cabeza. Sin embargo, conseguí desviar la atención del dolor y concentrarme en lo que podría lograr bajo esas condiciones, y eso fue lo que me impulsó hacia delante kilometro a kilometro. Contra todo pronóstico, crucé la meta después de 8 horas y 8 minutos terminando en el puesto 12 de la general.

De vuelta en Iberostar esa tarde, con mis hijos dormidos y mi mujer a mi lado, reflexioné sobre todo lo que había pasado. A veces, el verdadero reto no está en ganar o en alcanzar una meta perfecta, sino en levantarte después de caer y seguir adelante, a pesar del dolor y las dificultades.

Cozumel siempre me recuerda por qué amo lo que hago. Es un lugar que me reta y me inspira, y sé que volveré, porque esta isla y esta carrera tienen algo especial que te deja siempre con ganas de más.