DE LA FRUSTRACIÓN A LA FORTALEZA
Cómo Transformar un Mal Entrenamiento en Motivación
Víctor Arroyo
9/23/20243 min leer
¿Por qué a veces el cuerpo no responde cuando más lo necesitas?. Después de años entrenando, miles de kilómetros recorridos y una planificación meticulosa, llega ese día. Uno de esos entrenamientos que se supone es clave en tu preparación, pero en lugar de sentirte fuerte y confiado, todo empieza a salir mal. Las piernas pesan como nunca, el pulso se dispara con el más mínimo esfuerzo y, peor aún, tu mente comienza a traicionarte.
Recuerdo uno de esos días hace poco. Salí con la intención de hacer una sesión de bici intensa, los números en mis entrenamientos recientes eran sólidos, mantenía los vatios que necesitaba para mi próximo Ironman y todo indicaba que iba en la dirección correcta, pero ese día algo no encajaba. Desde los primeros kilómetros supe que algo no estaba bien, las piernas no respondían, el corazón parecía desbocado y la fatiga mental, normalmente controlada, se apoderó de mí en un abrir y cerrar de ojos.
La conversación interna fue instantánea: "¿Por qué me siento así? ¿Qué he hecho mal? Si esto pasa en una simple sesión, ¿qué me espera el día de la carrera?". Esa voz, que todos hemos escuchado en algún momento, fue ganando terreno. La frustración se fue acumulando con cada pedalada, hasta que mi cuerpo dijo basta. Disminuí la intensidad y la velocidad, seguí pedaleando y evalué la situación, solo había dos opciones, permitir que ese mal día afectara mi confianza o buscar una manera de convertirlo en algo positivo.
Como entrenador y triatleta de élite, sé que esos días son inevitables. No importa cuánto entrenes o lo meticuloso que seas con tu planificación, los malos entrenamientos ocurren. Son parte del proceso, lo que realmente define a un buen atleta no es evitar esos días, sino aprender a gestionar esos momentos. Y ese día, en lugar de dejarme llevar por la frustración, hice lo que tantas veces he aconsejado a mis deportistas: Tómate un respiro para evaluar la situación, no te preocupes y no te dejes llevar por un mal momento.
Me obligué a detener la conversación negativa y comencé a analizar objetivamente lo que estaba pasando. Había tenido una semana especialmente dura de entrenamientos y mi cuerpo estaba pidiendo descanso, aunque mi mente no lo quería aceptar. Mi nivel de exigencia personal estaba tan alto que no me había permitido reconocer que mi cuerpo necesitaba tiempo para recuperarse. Y eso es lo que muchas veces pasa en estos momentos, nos exigimos tanto, que olvidamos que cada mal día puede tener una causa subyacente que debemos entender y abordar.
Esa pausa me permitió ver el entrenamiento desde otra perspectiva. En lugar de considerarlo un fracaso, lo vi como una señal. Mi cuerpo me estaba diciendo que necesitaba ajustar algo, y en lugar de ignorarlo o frustrarme, lo usé como una oportunidad para replantear mi enfoque. Tomé un descanso más largo del que había planeado inicialmente y reajusté mi carga de entrenamiento. A veces, lo más difícil es aceptar que el descanso también es parte del progreso y en ese progreso el arte de saber ajustar las cargas de entrenamiento semanales es primordial.
No importa si un día no salió según lo esperado, lo que importa es cómo respondes. Los malos entrenamientos son una oportunidad para fortalecer tu mentalidad, para aprender a escuchar a tu cuerpo y, sobre todo, para recordar que no eres una máquina.
Ese día de bici, que empezó con frustración, terminó siendo de los más importantes en mi preparación. Me enseñó, una vez más, que el éxito no se mide solo por los días buenos, se mide por cómo manejas los días malos, por cómo transformas la duda en motivación y por cómo decides que, pase lo que pase, vas a seguir adelante.
Recuerda que un mal día de entrenamiento no tiene porque determinar nuestro valor como triatleta. Es simplemente un componente más del proceso de crecimiento, del que debemos aprender para poder seguir avanzando en nuestra carrera deportiva.