¿CÓMO TE LEVANTAS CUANDO LO HAS PERDIDO TODO?
El desarrollo de la lucha interna
Víctor Arroyo
9/12/20242 min leer
Era marzo de 2018, un día como cualquier otro, entrenando en la paradisíaca isla de Cozumel, lo tenía todo planeado con una sesión intensa de bici que sería clave en mi preparación. Pero, en cuestión de segundos, todo cambió, chocar contra ese camión me rompió algo más que el recto anterior del cuádriceps, me rompió por dentro.
La cirugía fue de urgencia, y los médicos no pintaban un panorama muy alentador. Para alguien que vive del movimiento, que depende de cada pedalada, cada brazada, cada zancada, quedarme meses sin poder moverme fue más que una prueba física. ¿Cómo te enfrentas a la realidad de que quizás nunca puedas volver a competir?, ¿Cómo superas el miedo de no volver a ser el mismo?.
Cada día postrado en la cama sentía que me alejaba más de mi sueño. Pero si algo he aprendido a lo largo de mi carrera como triatleta es que la mente tiene un poder que muchas veces subestimamos. Esa lesión, ese accidente, se convirtió en una nueva línea de partida. Porque, aunque no lo sabía entonces, mi verdadera carrera no comenzaba en la línea de salida de una competición, sino en esa habitación de hospital.
La rehabilitación fue dura, más de lo que imaginé, pero más allá del dolor físico, lo más desafiante fue recuperar la confianza. Día tras día, con pequeñas metas como mover la pierna, dar un paso, caminar sin ayuda. Cada avance era un recordatorio de lo lejos que aún estaba de mi antigua forma física, pero también de lo cerca que podía estar de reinventarme.
Meses después, cuando por fin pude volver a entrenar en serio, algo había cambiado en mí. Ya no era el mismo atleta que había sido antes del accidente, era más fuerte, no porque físicamente hubiera mejorado, sino porque mi mente había aprendido lo que significa realmente luchar.
Y entonces, tras esa batalla interna, llegó el premio, ganar dos campeonatos de España de larga distancia consecutivos. No fueron solo victorias deportivas, fueron victorias personales. Cada kilómetro recorrido en esas competiciones llevaba consigo el peso de cada lágrima, de cada día en que pensé en rendirme y no lo hice.
A veces, los obstáculos más grandes no son los que encontramos en la carretera o en la pista, sino los que nos impone nuestra propia mente. Mi accidente en Cozumel no fue el final de mi historia, fue el comienzo de una nueva. Una historia de resiliencia, de reconstrucción, de encontrar fuerza donde crees que no queda nada.
Si tú también te enfrentas a un desafío, ya sea en el deporte o en la vida, recuerda, no es solo cuestión de volver a ponerte de pie, es cuestión de aprender a levantarte más fuerte. Porque, al final, las cicatrices no son más que medallas que nos recuerdan de qué estamos hechos.